lunes, 22 de octubre de 2007

Escala de grises


Si tu vida durara 1 minuto, y lo supieras al nacer. Si pudieras entender lo que aquello significa realmente. Interiorizarlo y actuar en consecuencia. Quizá te quebrarías y caerías al suelo. Con la tíbia o el fémur partidos por la mitad. Podrías cantar, o gemir, o gritar…(romperme las cuerdas vocales gritando creo que es lo que yo haría). Quizá simplemente no te diera tiempo a hacer nada. No existirían ni el amor ni el odio.


Si durara un poco más, 1 hora, quizá podrías intercambiar algo con otros seres que estuvieran cerca. Miradas, caricias, sexo, puñetazos… Te daría tiempo a creer en algo. Y a maldecirlo. Pero lo harías todo con un sudor frío permanente. No podrías olvidar que tu aliento se agota en breve.


Si tuvieras 1 día de vida asegurado empezarías a creer que es injusto que algunos vivan 22 horas y media, y otros en cambio 26. Tendrías tiempo de intentar trazar algún plan inútil, en busca de algún fallo inexistente en la broma más macabra que alguien pudo imaginar. Estarías todo El Día, tu día, repitiéndote que tu alma dejará de sonar dentro de muy poco, apenas unas horas.


Y si tu vida durará un mes, o un año, empezarías a rellenarla con sueños, recuerdos sentimientos, pensamientos…tan inútiles como este. Y podrías empezar a decir que has vivido. Podrías olvidarte en ciertos momentos de que todo se acaba. De que nada empieza realmente. Que sólo existen pequeños simulacros de erupciones de vida.


Y según vas aumentando la esperanza de vida encuentras más rincones donde situarte, recogido, agachado, desnudo, despistado…haciendo cualquier cosa con tal de no mirar el temporizador que corre marcha atrás. El que ya sabe, desde que naces, el tiempo que ha de pasar hasta que tu cuerpo se muera, cuando tu cerebro aún disponga de unos segundos para escuchar los sonidos que sin embargo no podrás procesar.



Si por contra tu vida fuera casi eterna, si durara diez mil millones de años, probablemente no te preocuparías de nada de esto hasta el final, cuando aún te quedaran 500 o 600 años. Mucho más que a cualquier ser humano actual.

Y podrías seguir aumentando. Y entender cómo es sólo la cifra de segundos, por ejemplo, la que juega al escondite con tus grados de conciencia.

Pues bien, en algún lugar entre estos dos extremos, entre no olvidarlo y olvidarlo por completo, más cerca del primero que del segundo, nos encontramos todos nosotros.

Pequeñas llamas pendientes de un hilo.

lunes, 15 de octubre de 2007

La posibilidad de una comunicacíon

( ♪ Azul cabeza abajo, Maga ♪ )
.
(NO hablo de la presencia del objeto en sí ni de las posibilidades de comunicación que nos ofrecen un telefono fijo, uno móvil, un ordenador…)

No es lo mismo llevar movil en el bolsillo que no llevarlo. Y no es lo mismo llevarlo encendido que apagado.

Y aún con el ordenador apagado en su interior, no es lo mismo una habitación en la que sabemos que hay conexión (la línea física de cable) que si no la hay.

Me estoy refiriendo a que estos aparatos, sus cables, sus emisores y receptores…son el soporte físico de una comunicación en potencia. Y eso me es indudablemente útil, agradable alguna vez, cuando necesito comunicación, ver a qué hora es el cine, enviar un email…pero otras veces me incomoda tanto como un extraño mirando de manera sospechosa.

La posibilidad de comunicación viene a ser entonces como la política, una engorrosa necesidad. Una obligación ineludible, finalmente.

Lo que intento decir es que no quiero tener un fijo en la buhardilla. Aunque nunca fuera a sonar. No quiero ni que exista esa posibilidad. No quiero un aparato de esos en mi habitación, y ver cómo un cable sale de él, cómo recorre una parte de mi casa y cómo se empotra en la pared, sabiendo como sé que aquello supone vincularme con todo el planeta.

Ya tengo suficiente con el wifi que robo al vecino, y con el teléfono movil y sus escalofriantes, quizá cancerígenas e inalámbricas conexiones. No podría soportar mucho más.

Y esto que acabo de decir demuestra lo escuálida que resulta nuestra percepción. Lo selectivo de nuestros miedos y nuestras pasiones ocultas. La masa tan caprichosa de reacciones viscerales que representamos.

viernes, 12 de octubre de 2007

Deconstrucción de algo







jueves, 11 de octubre de 2007

Pensamiento y comentario nº 1: en el tren

Pienso que es muy delatador llevar un libro y no tener un lapiz a mano. Lo es tanto o más que observar que no se ha doblado ni una sola de las esquinas de las hojas.
.
Si estos dos factores se juntan, la sospecha se convierte en certeza. Eso es lo que pienso.

miércoles, 10 de octubre de 2007

Futuro mate

( □ Cerebro 2, Ajubel □ )
( ♪ Rid of me, PJ Harvey ♪ )

Cuando era pequeño, mucho antes de empezar esta carrera, ni siquiera me planteé que en las obras, a parte de construir edificios, pudieran deconstruirlos.

Yo sólo diferenciaba entre construcciones por un lado, y demoliciones por otro.

Las demoliciones, en la mayoría de casos, vienen motivadas por alguien que o bien tiene prisa o bien no quiere gastarse tanto dinero. Dos motivos muy razonables y respetables. O pueden ser también la manera de dejar claro que zanjamos algo de golpe. De demostrar que acabamos con algo sin respeto; o con el respeto de los toreros hacia los toros. Esto último, finalmente, inútil para mí. Y repito: finalmente.

Me he pasado toda la vida construyendo edificios. Como todos. Y no veo ningún problema en esto. *

Pero curiosamente cuando empiezo a acabar la carrera, surge ante mi con más fuerza que nunca, con la sensación de que ni puedo ni quiero hacer nada para pararlo, la convicción de que lo mejor que podré hacer en mi vida con el título de arquitecto va a ser deconstruir.

Y cuando digo lo mejor me refiero a muchas cosas: a lo más útil, a lo que más emoción me puede reportar a lo largo del día (no me gusta acumularla demasiado para luego comprobar que había escapes y que realmente, al final, he recogido menos con el paso del tiempo…), a que es en lo que creo que puedo servir de forma más eficiente, en la manera de encarar las cosas en que más potente me siento (jodida voluntad de poder, al final será cierto…) …

Y tengo en la manga un argumento nada despreciable: la deconstrucción permite reciclar. Un dato importante teniendo en cuenta lo corta que es nuestra vida.

Y hay quien puede construir y construir obra nueva. Cada cabeza es un terreno individual e infinito en superficie, con el tiempo limitado.

Pero hay quien no puede. Ya no.

Por esto defiendo la deconstrucción de los edificios. Y probablemente exista una solución más original, más eficiente, más económica, más elegante, más divertida, más compleja, más mejor.

Pero a diferencia de las religiones, hay convicciones que surgen de las entrañas, una vez desmontadas las primeras capas del cerebro. Y entonces uno no tiene más remedio que urgarse en ese agujero con los dedos. Con algun aparato metálico. Alguna estaca o algún martillo. O empezar abriendo por otra zona. Pero para entonces ya sabe lo de que el tiempo es limitado, y quizá no le salga rentable. O quizá no tenga fuerzas. Y en todo caso ya se está desangrando, por
si no se había dado cuenta.

.

lunes, 8 de octubre de 2007

No podría convencer a nadie. Demasiado malos y subjetivos mis argumentos.

Sólo sé que vuelven las largas noches de blog. Los 10 minutos que he tardado en escribir estas dos lineas y media.

Takk

( ♪ takk, sigur ros ♪ )





Podemos darle gracias a la vida primero por estar vivos. Y hay incluso quien considera oportuno hacerlo porque además podemos ir tirando, alegando que no es poco…

…y parecen un gran argumento todos los buenos recuerdos que tenemos hasta ahora, alguno malo que nos haya servido de mucho, los momentos increibles y las personas con las que los asociamos (recordando las que no están, disfrutando de las que sí, pensando en las que faltan…), o las que llamamos pequeñas cosas, tan grandes como las Grandes…

…y el día en que nacimos (por mucho que no lo recordemos), o aquel en que pudimos reconocer que nos sentíamos realizados, o el que logramos lo que más hayamos querido en nuestras vidas, o el día que lo perdimos y lo volvimos a recuperar, o la primera vez que lloramos de alegría por algo triste, de tristeza por algo alegre…

Tenemos todo esto en nuestras manos. Podríamos llenarnos la boca con ello. Masticarlo. Digerirlo. Dar las gracias.

Pero lo malo pesa más que lo bueno. Lo malo está asegurado. Lo bueno en cambio no. Y cuando consideramos lo bueno y lo malo hechos de la misma substancia, entonces es que ya estamos incapacitados de por vida. Y lo malo será eterno mientras consideremos lo bueno un estado relativamente mejor. Pero al final no importa la gestión de nuestros razonamientos, porque viene la muerte, siega nuestra vida, se acabó la discusión. ¿Cómo has acabado? Mal. Eso nos pasa por creer que lo bueno era estar vivos. Pero no teníamos otra opción. De acuerdo. Es verdad.

Por esto la vida es tan hija de la gran puta. Igual que si me encierran en una jaula y luego me ofrecen pan. Me niego a dar las gracias. Ni por todas esas personas, ni por todos esos momentos, ni por nada de lo que llegue de afuera.

Como mucho haré lo que con el pan: cogerlo rápidamente, comerlo, guardarlo en la memoria, pasarle un cacho a alguien, pero a quién... nos enjaulan uno a uno. Y además conocemos nuestro fin. No se puede ser más cruel. Gracias de qué...