domingo, 16 de diciembre de 2007

Puedes elegir entre kiwi o trolebús

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Es precioso ese momento, después de la consciencia pero antes de la acción, donde entendemos lo que tenemos que hacer. Porque antes no sabemos nada. Y después sabemos demasiado.

Y no es que no sea bonito, intenso el después, es decir, el estar metido en el meollo hasta el fondo. Con todos los logros que vayan viniendo, los problemas que se van presentando, reconociendo alguna derrota…
Pero ese momento justo antes de actuar tiene la emoción de las grandes manifestaciones contra la guerra; contra algún asesino que ha disparado en la nuca de algún político del norte de españa.
Tiene una intensidad especial. Diferente a la que se da una vez ya estamos embebidos en el proceso. Una intensidad algo ingenua, pero que pone los pelos de punta.

De manera que aquí estamos los humanos, intentando salvar lo que hemos puesto en peligro. Sólo porque con ello desapareceríamos nosotros. Y eso nos pone muy serios. No son bromas. No habrá nadie para hacer la película.

Totalmente de acuerdo con Inmanuel en lo de que la paloma, aunque crea que volaría mejor en el vacío, sin aire no se sostendría. Sin su oposición no es nada. De principio a final, hasta el núcleo y desde el infinito: nada.
Como mucho, para algún optimista, un bicho defectuoso, incoherente y contradictorio. Como el kiwi o el trolebús.

Reconozco, sin embargo, que me gusta ver la paloma con vida, y volando. Que me han parecido bonitas las lágrimas de de Boer. El que no es futbolista. Sosteniéndonos en el aire artificial, el que nosotros nos encargamos de generar con pulmones de hojalata, en el creemos ciegamente. Negando el vacío, una y otra vez, a la vez que caemos por él.

martes, 11 de diciembre de 2007

Qué cosas tan bonitas me dices, cariño

( ♪ miedo a la muerte estilo imperio, astrud ♪ )







No voy a decir que tengo corta la línea de la vida, porque no creo en estas cosas.

Pero puedo decir que tengo corta la que algunos llama la línea de la vida, la de la mano izquierda (que es la buena).

Si miras la foto no sólo es corta sino que además, para mas inri, relativamente pronto se quiebra y se desdobla. Esto quizá signifique un periodo en coma, o una muerte temprana. No sé. Repito que no creo en estas cosas. Pero me llama especialmente la atención un corte que me he hecho alguno de estos últimos días, sin darme cuenta, pero que hoy he visto y me escuece. Se aprecia mejor en el centro de la última foto de la secuencia, en perpendicular a mi linea, más profundo que ésta.

No saber cómo me lo he hecho tiene su aquel...y realmente daría mal rollo a todos los que habeis leido esto si yo muriera, por ejemplo, al año que viene verdad? Lo sé, yo tampoco creo en estas cosas.

Pero daría muy mal rollo.


viernes, 7 de diciembre de 2007

A Dios

Alguien tiene que avanzar algo, de una vez por todas, en el tema de las despedidas.

Alguien podría invertir en la investigación. Pero a nadie le importa bastante aunque todos pasemos por ello como auténticos desastres.

Probablemente si viviéramos 500 años, y nos despidiéramos más a menudo, esto dejaría de ser así. Pero no es el caso.

El caso es que las despedidas, las de verdad, son momentos torpes, con cierto aire surrealista. Uno se siente a medias entre la realidad y el recuerdo vago de alguna película; tiene también la sensación de estar escribiendo a mano la historia de su propia vida. Nos llama la atención que en esos momentos no haya música. Esto último es algo muy agridulce. Quiero decir que es muy agrio antes de despedirnos; y muy dulce después de hacerlo. Podríamos decirlo al revés. O una mezcla entre los dos. Cara a cara con lo sublime nos ponemos nerviosos, y la lengua se nos traba.

Y no es realmente sublime este hecho. Pero sí para un pequeño humano.

Y claro que habrá gente - hay gente para todo - que diga que es eso precisamente lo que les encanta. Yo estoy entre ellos. Pero también pienso que podríamos despedirnos de la misma manera que hacemos un barquito de papel. O igual que le echamos el azúcar al café. Es decir que empezamos, procedemos, y acabamos. Y es precioso también, no?

[ Normalmente, o eso pienso yo, los actos hedonistas tiene dos caras.

Está bien no dejarse encandilar. Pasar más o menos rápido a la autocrítica. Y creo que después se está en condiciones de sacarle algo de jugo a la situación.

Uno no puede ser mucho más de lo que és. No a corto plazo. ]

Parece que los más sabios, los que tienen más experiencia en el tema de las despedidas, sólo saben no hablar de más. Apretar lo justo en el abrazo. No girarse una vez han empezado a andar. O sí, no lo sé. Yo voy probando pero siempre me siento patoso.

Y cuántas veces nos vamos a despedir de verdad en nuestra vida…4? 5?

De manera que esta es una empresa realmente sin futuro. A nadie le saldría rentable. Y menos teniendo en cuenta que la despedida más grande, la Despedida, sólo unos pocos tienen oportunidad de hacerla en condiciones. Y aún así, con todo a su favor, con toda una vida para haberla preparado, quedan como unos gilipollas. Aunque las lágrimas, los llantos y el respeto de los presentes intenten ocultar la chapuza.

miércoles, 5 de diciembre de 2007

Takk


( ♪ takk, sigur ros ♪ )
Podemos darle gracias a la vida primero por estar vivos. Y hay incluso quien considera oportuno hacerlo porque además podemos ir tirando, alegando que no es poco…

…y parecen un gran argumento todos los buenos recuerdos que tenemos hasta ahora, alguno malo que nos haya servido de mucho, los momentos increibles y las personas con las que los asociamos (recordando las que no están, disfrutando de las que sí, pensando en las que faltan…), o las que llamamos pequeñas cosas, tan grandes como las Grandes… …y el día en que nacimos (por mucho que no lo recordemos), o aquel en que pudimos reconocer que nos sentíamos realizados, o el que logramos lo que más hayamos querido en nuestras vidas, o el día que lo perdimos y lo volvimos a recuperar, o la primera vez que lloramos de alegría por algo triste, de tristeza por algo alegre…


Tenemos todo esto en nuestras manos. Podríamos llenarnos la boca con ello. Masticarlo. Digerirlo. Dar las gracias.


Pero lo malo pesa más que lo bueno. Lo malo está asegurado. Lo bueno en cambio no. Y cuando consideramos lo bueno y lo malo hechos de la misma substancia, entonces es que ya estamos incapacitados de por vida. Y lo malo será eterno mientras consideremos lo bueno un estado relativamente mejor. Pero al final no importa la gestión de nuestros razonamientos, porque viene la muerte, siega nuestra vida, se acabó la discusión. ¿Cómo has acabado? Mal. Eso nos pasa por creer que lo bueno era estar vivos. Pero no teníamos otra opción. De acuerdo. Es verdad.


Por esto la vida es tan hija de la gran puta. Igual que si me encierran en una jaula y luego me ofrecen pan. Me niego a dar las gracias. Ni por todas esas personas, ni por todos esos momentos, ni por nada de lo que llegue de afuera. Como mucho haré lo que con el pan: cogerlo rápidamente, comerlo, guardarlo en la memoria, pasarle un cacho a alguien, pero a quién... nos enjaulan uno a uno. Y además conocemos nuestro fin. No se puede ser más cruel. Gracias de qué...