domingo, 16 de marzo de 2008

Acerca de viajar en el tiempo

Hoy he pasado por delante de la casa en la que viví hasta los 8 años.

He visto que había un cartel de “Se vende”. Y eran las 11 de la mañana.

Me he apuntado el teléfono. He llamado y me han dicho que para visitarla podíamos quedar a las 15:00. He dicho que sí. Y me he ido a comer a algún sitio en el que era imprescindible no haber estado nunca antes. Estaba comenzando mi viaje al pasado. No podía contaminar la sensación. Tenía que amplificarla. Era importante no cruzarme tampoco con nadie conocido. Se habría quebrado el cristal. (Los viajes en el tiempo siempre se hacen solo)

Un poquito antes de las 3 he llegado al rellano. Cuarto piso. Calle Navarra. Quería estar a solas con el portal, la escalera, la puerta que ya habrá cambiado…antes de que llegara el estresado hombre de la inmobiliaria, con su traje, su casco en el brazo, sin apenas haber comido.

Me ha abierto la puerta, me ha empezado a enseñar la casa. Qué capullo. Me la sé mejor que él. Y encima se ha olvidado de que en la habitación en la que dormíamos mi hermana y yo la ventana da a un patio tristemente mágico, donde siempre había ruidos extraños, donde sólo a duras penas llegabas a ver el cielo. Por donde sube el hombre del saco cuando los niños se portan mal.

Y me he dado cuenta de que con el hombre de traje allí no podría viajar en el tiempo. Pero en estos casos la vida es medianamente buena. Aquí está tu cazo de cal. O de arena. Y le han llamado al móvil, él ha salido, ha vuelto la puerta.

Yo he aprovechado y me he ido al fondo del todo, a la habitación de mis padres, donde pasábamos algunos domingos por la mañana.

Recordaba perfectamente donde está cada pieza de la casa. Pero el espacio se agranda en el recuerdo. O más bien, yo creo que las cosas se hacen más pequeñas según pasa el tiempo. Las paredes se acercan poco a poco. El techo baja.

Y no hay nada que hacer. Aunque uno pueda, como yo, mentir a la inmobiliaria, fingir un interés, colarse por el agujero, viajar en el tiempo, mirar sin poder tocar, recordar sin poder cambiar. Y todo esto me ha desmontado. De nuevo se me han partido las piernas. Me he caído. Me he empapado.

Y cuando el hombre apresurado ha llegado, todavía metiéndose el móvil en el bolsillo, y me ha visto allí, en el suelo, llorando...me ha cogido del brazo, con cariño. Me ha ayudado a levantarme. Y me ha acompañado hasta la puerta.

Bajando las escaleras, mientras yo me secaba las lágrimas, me ha dicho que esa es la mejor, o la peor, parte de su trabajo. Que mucha gente hace estas cosas. Pero que aunque pierda media hora cada vez, es genial ser no sólo el mediador en las ventas de pisos. Sino también el de los pequeños viajes temporales fracasados de antemano, donde él sólo te pone en la puerta, te deja allí, y cuando calcula que tú ya debes estar quebrado, entonces viene a recoger tus cachitos. Te compone.Te coge del brazo con cariño. Te ayuda a levantarte. Te acompaña hasta la puerta.

Dice que se nota en la cara cuando alguien tiene interés o no por comprar el piso.

1 Comments:

At 17 de marzo de 2008, 14:30, Anonymous Anónimo said...

Aunque creas que estás muy lejos y nadando en sentido contrario, aunque no entre en tus últimas listas de prioridades, a pesar de estar en un estado natural diferente,
podrías irte al fin del mundo y un buen día decidiría entrar en tu blog y te encontraría, desnudo y junto a mi también desnudo observaría lo poco que nos separa y separará siempre, aunque no tengamos ningún tipo de contacto, intelectual, visual, ... tan sólo sentimental.
Aún me pregunto lo que no me puedo ni plantear, el por qué "decidí" tras un impulso desde el fondo del placar entrar hoy en tu blog y encontrarte hablando de viajar en el tiempo.
Es entonces cuando he vuelto a recordar que esta madrugada he tenido uno de los sueños más preciosos que podría tener cualquiera, y al que desde que me he despertado le he llamado "el sueño de mi vida", en el sentido literal y figurado. Era una película, donde navegando por las aguas del Río Cinca a su paso por Mequinenza iba yo acompañado de mi familia, amigos, antiguos compañeros de la escuela de música, del fútbol, de universidad, hasta compañeros de trabajo. Había cuentos, historias de adolescentes, motos, coches, sabor a agua de río y mar, drogas, había Fraga, Barcelona, Finlandia y pedazos de mundo.
Amigo, esta noche viajé en el tiempo solo, todo era más pequeño, y difuminado, pero viajé. Ahora no sé distinguir entre el recuerdo del sueño y el recuerdo de la realidad, y todo me hace pensar que nuestras almas tuvieron una conversación larga de cervezas y pipas, y de besos a las campanadas de la catedral.
No te olvides de recordarme, hoy tuve el sueño de mi vida.

 

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