miércoles, 10 de octubre de 2007

Futuro mate

( □ Cerebro 2, Ajubel □ )
( ♪ Rid of me, PJ Harvey ♪ )

Cuando era pequeño, mucho antes de empezar esta carrera, ni siquiera me planteé que en las obras, a parte de construir edificios, pudieran deconstruirlos.

Yo sólo diferenciaba entre construcciones por un lado, y demoliciones por otro.

Las demoliciones, en la mayoría de casos, vienen motivadas por alguien que o bien tiene prisa o bien no quiere gastarse tanto dinero. Dos motivos muy razonables y respetables. O pueden ser también la manera de dejar claro que zanjamos algo de golpe. De demostrar que acabamos con algo sin respeto; o con el respeto de los toreros hacia los toros. Esto último, finalmente, inútil para mí. Y repito: finalmente.

Me he pasado toda la vida construyendo edificios. Como todos. Y no veo ningún problema en esto. *

Pero curiosamente cuando empiezo a acabar la carrera, surge ante mi con más fuerza que nunca, con la sensación de que ni puedo ni quiero hacer nada para pararlo, la convicción de que lo mejor que podré hacer en mi vida con el título de arquitecto va a ser deconstruir.

Y cuando digo lo mejor me refiero a muchas cosas: a lo más útil, a lo que más emoción me puede reportar a lo largo del día (no me gusta acumularla demasiado para luego comprobar que había escapes y que realmente, al final, he recogido menos con el paso del tiempo…), a que es en lo que creo que puedo servir de forma más eficiente, en la manera de encarar las cosas en que más potente me siento (jodida voluntad de poder, al final será cierto…) …

Y tengo en la manga un argumento nada despreciable: la deconstrucción permite reciclar. Un dato importante teniendo en cuenta lo corta que es nuestra vida.

Y hay quien puede construir y construir obra nueva. Cada cabeza es un terreno individual e infinito en superficie, con el tiempo limitado.

Pero hay quien no puede. Ya no.

Por esto defiendo la deconstrucción de los edificios. Y probablemente exista una solución más original, más eficiente, más económica, más elegante, más divertida, más compleja, más mejor.

Pero a diferencia de las religiones, hay convicciones que surgen de las entrañas, una vez desmontadas las primeras capas del cerebro. Y entonces uno no tiene más remedio que urgarse en ese agujero con los dedos. Con algun aparato metálico. Alguna estaca o algún martillo. O empezar abriendo por otra zona. Pero para entonces ya sabe lo de que el tiempo es limitado, y quizá no le salga rentable. O quizá no tenga fuerzas. Y en todo caso ya se está desangrando, por
si no se había dado cuenta.

.