viernes, 11 de enero de 2008

Indisposición mental

Ayer fue uno de los días mas grises y difusos, aunque no pasara nada especialmente malo. En casa, sin música. Sólo recuerdo otro igual hace más o menos un año.

(Perdonad, chavales, por anular la cena de ayer…)

No hablo de las grandes desgracias que suceden a algunos humanos.

Las atrocidades de las guerras (no sólo las bombas, sino todo lo paralelo: los soldados que violan niñas, los hermanos matándose entre sí, los 5 segundos que tardan en acribillarte mientras esperas para ser fusilado, en fila, junto a 10 amigos más con los que algún día fuiste de copas…); o cuando alguien está empezando algo, algo bonito, hacia la mitad de su vida, y le dicen que tiene cáncer, y se acaba el proyecto; o cuando te partes la columna, te quedas inválido, y una ley no te deja morir aunque lleves 20 años pidiéndolo; un atentado; un maremoto …

Estas situaciones, para mí, son negras. Radicales. Descaradamente crueles. Un punzón igual o más grande que el objeto a punzar, es decir, un desastre. Esto debe dejar a un humano fuera de sí. Probablemente desde dentro de la situación todo sea incomprensible. Aunque entendiéramos, si fuera tan facil, los motivos de la bomba que ha caido. Aunque los entendiéramos a la perfección y aunque viéramos lógica la reacción del enemigo; no nos cabría, sin embargo, tanto daño en los ojos, en las manos, en el cerebro.

Lo que quiero entonces dejar claro es que ayer no sentí nada de esto. Que probablemente no tenga ni mucho derecho a quejarme, después de las cosas que pasan en el mundo. Pero yo estoy aquí, ahora, vivo. Y analizo lo que pienso. Y lo escribo en este blog. Y lo que pensé ayer es que ese, el negro, es un estado de malestar. Innegable. Incontestable. Por supuesto.

Pero quizá por donde estuve antes de ayer, por sólo 4 frases en francés que sin embargo entendí muy bien, ayer sentí de nuevo (2 veces sólo en mi vida con tanta claridad) que también hay otro estado de malestar, el gris, más discutible, no tan inmediato, no tan espectacular ni llamativo, ni reconocible, ni tan comprensible para otro humano desde fuera de mi cerebro; pero que es un estado en el que ya no sientes ni frío. En el que ojalá pudieras, al menos, temblar. Y sentirte vivo así. Pero no. Esto no sucede. Da igual que todo esté a tu alrededor. Da igual que estés en París, que seas joven, que tengas fuerzas…y una intuición de cómo utilizarlas en estos años. Cosas por las que me siento, en general, muy afortunado. Pero ayer daban igual, tú, ella, y ellos. Lo mejor que pude hacer fue tumbarme, mirar el techo, esperar al sueño en una agonía tetrapléjica.

Ayer me pareció intuir de qué estamos hechos en verdad. De qué se componen nuestros sueños. Nuestros recuerdos. Me pareció entender el proceso, de punta a punta. De manera sintética pero intensa. Potente. Y no sé cuantas veces volverá esa sensación. Y estoy dispuesto a equivocarme, a agarrame más fuerte a lo que creo querer. Sólo por el beneficio de la duda.

Pero a partir de ayer el valor de las cosas es, si cabía (y cabía), aún más relativo.

1 Comments:

At 26 de enero de 2008, 20:46, Anonymous Anónimo said...

El gris hormigón se apodera de la tonalidad de mi visión, de mis pensamientos. Estos recorren largos viajes y mientras yo, soy incapaz de lavantarme de la cama. Vivo pasando los dias, pero sin vivir. El cuerpo que me transporta deja de emanar vitalidad. He pasado de quererlo todo a no saber lo que quiero. Desconfío de mi yo actual. No donde quiere llegar a parar. No sé que busca, ni sé que pretende encontrar. De cara a la sociedad mi cuerpo actúa, y yo quedo relevado a un segundo plano, donde nada me cuadra.

 

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